Nací en Nottingham un día muy lluvioso de 1957. A los 11 años empecé a ir a un instituto femenino. Quería ser actriz. Conocí a mi primera novia en el instituto. Se llamaba Sara. Tenía 14 años y yo 15, pero estábamos las dos en clase de la Srta. Watson. Tenía unas muñecas preciosas.
En 1976 dejé de fingir y llevé a casa a una chica que se llamaba Christine para que conociera a mis padres. Una semana después me fui a Londres y empecé a estudiar teatro. Mi madre decía que le había roto el corazón…
…Pero lo que me importaba era mi integridad. ¿Soy egoista por ello? Se vende por muy poco, pero es lo único que tenemos en la vida. Es lo último que nos queda… ¡…y con ella somos libres!
Por la noche me iba a bares de chicas, pero mi actitud era distante y no me desenvolvía con facilidad. Conocí bien el ambiente, pero no me sentía cómoda. Muchas de ellas sólo querían ser lesbianas. Era su vida, su ambición, lo único de lo que hablaban. Pero yo quería algo más. Yo quería algo más.
El trabajo mejoró. Conseguí pequeños papeles, luego fueron mayores. En 1986 protagonicé ‘Las Salinas’: un éxito de crítica pero no de público. Conocí a Ruth en el rodaje. Nos amábamos. Vivimos juntas y el día de San Valentín me enviaba rosas y… ¡Dios, teníamos tanto! Esos fueron los mejores años de mi vida.
En 1988 empezó la guerra… Y después ya no hubo más rosas. Para nadie.
En 1992, tras la invasión, empezaron a hacer redadas de gays. Se llevaron a Ruth cuando estaba en la calle buscando comida. ¿Por qué nos tienen tanto miedo? La quemaron con colillas y la obligaron a darles mi nombre. Firmó una confesión donde afirmaba que yo la había seducido. No la culpe. La quería tanto… No la culpé.
Pero lo hizo. Se suicidó en su celda. No pudo soportar su traición, el haber entregado su dignidad. Oh, Ruth. Vinieron a por mi. Dijeron que quemarían todas mis películas. Me raparon la cabeza. Me la metieron en un váter mientras decían chistes de lesbianas. Me trajeron aquí y me drogaron. Ya no siento la lengua. No puedo hablar.
La otra lesbiana que había aquí, Rita, murió hace dos semanas. Imagino que yo lo haré pronto. Es extraño que mi vida tenga que acabar en un lugar tan horrible, ya que durante tres años todo han sido rosas y ninguna disculpa.
Moriré aquí, cada parte de mi morirá… Excepto una. Una parte. Es pequeña y frágil y es la única cosa en la vida que merece la pena tener. No debemos perderla, ni venderla, ni desecharla. No debemos dejar que nos la quiten.
No sé quién eres ni si eres hombre o mujer. Tal vez no llegue a verte. Nunca te abrazaré, ni lloraré, ni me emborracharé contigo. Pero te quiero.
Espero que escapes de este lugar. Espero que el mundo cambie, que las cosas mejoren, y que la gente se regale rosas otra vez. Ojalá pudiera besarte.
Valerie
V de Vendetta, por Allan Moore y David Lloyd